Nadie dijo que ser el líder de un grupo de trabajadores iba a ser fácil, pero como responsables de estas personas está en nuestra mano esforzarnos por guiarlos del mejor modo posible.
Se trata, en definitiva, de hacer bien nuestro trabajo, que es dirigir, y de igual modo que exigimos a la plantilla una motivación y compromiso con su puesto de trabajo, debemos aplicarnos el mismo criterio para nuestra persona y evitar caer en los errores más comunes para desperdiciar el potencial del equipo.
Prácticas erróneas más habituales
Describimos algunas de las actuaciones más comunes y erradas que solemos cometer como responsables de equipo. Si te sientes identificado con alguna, te aconsejamos un cambio de hábito por el bien tuyo, del grupo y del buen desarrollo de la empresa.
- Actitud déspota. Hay personas que confunden liderazgo con despotismo y, una vez que se convierten en jefes de equipo, sale a la luz un comportamiento excesivamente autoritario y dictatorial. La mejor manera de sacar todo el potencial de tus empleados no es a través de imposiciones, sino mediante un trabajo de conversación y acuerdo que establezca los objetivos a conseguir entre todos.
- Visión de los empleados como máquinas. Que la consecución de metas no te vuelva un desalmado. Tu equipo está formado por personas, no robots, y como tales pueden tener altibajos o caer enfermos. Sobresaturar al empleado de trabajo no lo va a hacer más eficaz, sino todo lo contrario: acabaremos con un empleado cansado y desmotivado que poco podrá aportar a la empresa.
- Extralimitación de las funciones. En el mismo sentido que el punto anterior, debes ser consciente de que ser el líder del equipo no significa que puedas ordenar lo que te plazca. Las indicaciones que realices deben ir en relación a la persona y puesto que ésta ocupe. No todos los miembros de tu equipo están ahí para hacerte fotocopias o anular tu reunión y mucho menos para realizar tareas relacionadas con tu vida personal.
- No saber delegar. Suele ocurrirle a aquellas personas que han pasado de empleados a jefes de equipo recientemente. Su miedo a que el trabajo no se lleve a cabo provoca que se encargue de hasta el más mínimo detalle del proceso. Pero esto no es ser un buen líder: el liderazgo conlleva una confianza en el resto del equipo y una capacidad de organización y distribución de tareas de modo que el trabajo común se convierta en el éxito de todo el grupo guiado por el responsable.
- Caer en “amiguismos”. Si bien es lógico que haya más afinidad con unos trabajadores que con otros, procura que esta diferenciación se quede a las puertas de la empresa. Como buen líder, debes guiar a todos los miembros de tu equipo y conseguir que el engranaje funcione al 100%, dejando de lado favoritismos y aplicando los mismos criterios con unos y otros. Recuerda que no en tu puesto de trabajo no eres el amigo de tus empleados; eres su jefe.
- Dar mal ejemplo, en todos los aspectos. Como jefe de equipo, debes ser el espejo en el que se miren los empleados a tu cargo, por lo que no podrás exigir puntualidad, cuando tú llegas tarde; cumplimiento de plazos, si tus tareas no están a tiempo; buena comunicación, cuando desconoces todo sobre tus trabajadores; saber estar, mientras usas palabras malsonantes o un discurso insultante y humillante; o disciplina, si no cumples las normas. Debes ser congruente, el más coherente de todo el equipo.
- Olvidar los plazos. Recuerda que debes trabajar para conseguir objetivos en un determinado periodo y como parte de tus funciones se encuentran no sólo definir qué hay que hacer y para cuándo, sino también motivar al personal para que lo desarrolle y controlar que se ha conseguido.
Cualquiera de estos comportamientos provocará un efecto negativo en tu equipo, así que es conveniente no cometer los errores más comunes para desperdiciar el potencial del grupo si no queremos ser el detonante de que el talento de nuestros trabajadores se desvanezca.