Un directivo que se preocupa por el desarrollo de la inteligencia emocional es hasta un 127% más productivo que otro ejecutivo que no lo hace, según un estudio de la consultora Hay Group.
La inteligencia emocional, un término creado por Wayne Payne y desarrollado por Peter Salovey y posteriormente por Daniel Goleman, es clave para el desempeño profesional hasta el punto de que el influye en un 80% en el éxito o fracaso en la consecución de nuestros objetivos.
Ahora bien, el primer paso para un correcto desarrollo de la inteligencia emocional es el autoconocimiento, es decir, ser capaces de identificar cuáles son nuestras respuestas ante distintas situaciones y el porqué de las mismas como trampolín para poner en marcha técnicas que nos permitan controlar nuestra conducta. Como dice un proverbio africano, “cuando no hay enemigo en nuestro interior, los enemigos exteriores no pueden hacernos daño”.
En la práctica, existen diferentes ejercicios para vencer al saboteador que llevamos dentro y mejorar el desarrollo de la inteligencia emocional a nivel laboral:
- Los tres porqués. Una técnica que nos ayudará a tomar las decisiones correctas es preguntarnos, ante una determinada situación, por qué optamos por una determinada conducta y, sobre su respuesta, volver a formular la misma pregunta dos veces más. Si obtenemos tres buenas razones y argumentos, garantizaremos que estamos haciendo lo correcto.
- Etiquetar las emociones. Trasladar a palabras nuestros sentimientos provoca un efecto terapéutico en las personas, así que en lugar de ocultar las emociones o agruparlas en un par de estados de ánimos, debemos intentar identificar realmente qué es lo que sentimos.
- Controlar las conductas explosivas. Una persona que responde de forma visceral es un claro ejemplo de su escasa inteligencia emocional, pues ha sido incapaz de analizar su reacción de forma racional y objetiva y se ha dejado llevar por su temperamento, dándole la victoria a su enemigo interior.
- Asumir las debilidades. Todos tenemos defectos; la diferencia entre un profesional con suficiente desarrollo de su inteligencia emocional y otro que no ha alcanzado este punto reside en que el primero es consciente de ellos, lo que le permite interactuar con el resto de colaboradores de la empresa desde una posición más honesta y empática.
- Aceptar los fracasos. Algunos profesionales demuestran una negativa autoexigencia llevada al límite, donde cualquier pequeño fallo es motivo para castigarse, mientras los logros pasan desapercibidos. Al final, esta conducta genera estrés e insatisfacción, pues el trabajador nunca está conforme con sus resultados. Lo más inteligente a nivel emocional es poner el foco en los aciertos y éxitos para seguir avanzando, entendiendo los errores solo como experiencia para mejorar.
- Pedir críticas constructivas. Los comentarios de terceros con un fin constructivo, y siempre que empleemos una escucha activa durante el feedback, nos pueden ayudar a mejorar nuestro conocimiento de nosotros mismos. Quizá ese colaborador con el que trabajamos codo con codo nos haga ver fallos que nos pasan desapercibidos.
- Meditar. Se trata, en definitiva, de reflexionar sobre por qué hacemos lo que hacemos; de convertirnos en dueños de nuestras propias emociones, conduciendo nuestras respuestas y decisiones hacia donde queremos de una forma consciente.