Podemos cumplir con nuestro cometido a la perfección, pero necesitar una eternidad para ello, o puede que consigamos realizar el trabajo en un abrir y cerrar de ojos, pero obtengamos una calidad dudosa. Sin embargo, si queremos ser excelentes superiores jerárquicos, tendremos que aprender cómo ser un buen líder rápido y eficaz.
Aunque la celeridad y la eficacia son conceptos diferentes, están estrechamente relacionadas, como pone de manifiesto un estudio elaborado por los expertos Jack Zenger y Joe Folkman. En sus investigaciones, los especialistas estudiaron a más de 50.000 directivos empresariales de todo el mundo para profundizar sobre el liderazgo, analizando –entre otros aspectos- el índice de velocidad de estos responsables.
Es curioso que del 10% que obtuvo mayor puntuación en las evaluaciones, algo más de 5.700 líderes, el 95% fue calificado también como líder rápido y altamente eficaz; mientras que sólo un 3% fue considerado muy eficaz pero sin celeridad en su trabajo y un 2% que recibió buenas valoraciones en rapidez pero bajas en eficacia.
Características distintivas
Una vez que los cofundadores de Zenger&Folkman descubrieron la relación entre rapidez y eficacia y la importancia de la misma en un buen líder, los expertos han continuado sus estudios para conocer qué es lo que hace a ese 95% tan especial.
Éstas son las diferencias, de mayor a menor relevancia, que se extraen de la investigación entre el líder rápido y eficaz y los jefes veloces e ineficaces o eficaces pero lentos:
- Cuentan con el respaldo del equipo. Los directivos rápidos y eficaces son aquellos que tienen la confianza de sus trabajadores. Este apoyo les hace actuar con mayor seguridad a la hora de tomar decisiones y, por tanto, consiguen soluciones acertadas en cortos espacios de tiempo.
- Saben comunicar sus ideas a sus colaboradores. Al explicar y exponer tus argumentaciones a los empleados consigues que el equipo comprenda por qué has elegido esa estrategia, y no otra. Así, al tener clara la actuación, la respuesta del grupo será rápida y eficaz, pues todos los puntos están definidos y no hay obstáculos de comprensión que dificulten el camino.
- Alta capacidad de resolución. Los líderes rápidos y eficaces no esperan; meditan lo necesario su decisión y la ejecutan, a pesar de los riesgos que pueda conllevar. Esta capacidad de respuesta y coraje personal acaba trasladándose al resto del equipo, de modo que el directivo marca el ritmo del resto de trabajadores.
- Tienen experiencia y conocimientos. La idoneidad de una actuación va a tener mucho que ver con la sabiduría del propio líder. Cualquiera puede adoptar una decisión rápida y muchos, una eficaz, pero para llegar a la mejor solución en el menor tiempo posible hace falta una visión estratégica que se consigue con el tiempo y el aprendizaje.
- Son ambiciosos. Se dice que cuanto menos haces menos quieres. Esto se puede trasladar al ámbito del liderazgo: un directivo mediocre, sin miras de futuro, se limitará a hacer el trabajo imprescindible, por lo que no tendrá que esforzarse, mientras que un líder ambicioso apostará por conseguir nuevas metas y objetivos, sacando lo mejor de sí mismo y no perdiendo el tiempo en nimiedades para continuar en su proceso de desarrollo.
Este artículo está basado en las investigaciones desarrolladas por Jack Zenger y Joe Folkman
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