¿Te imaginas estar sentado en tu oficina en mitad de un parque, mientras escuchas el trino de los pájaros, en lugar del teclear de los compañeros y el incesante sonido de los teléfonos, y sientes la brisa en la cara, en vez del cargado ambiente de una sala con una docena de compañeros tras ocho horas de trabajo? Esto es lo que proponen desde Amsterdam, donde han desarrollado un nuevo y rompedor concepto de los espacios de trabajo.
Proveniente de la palabra ‘pop-up offices’, los llamados popices trasladan las clases formativas al aire libre –más extendidas en la actualidad- al ámbito empresarial, apostando por espacios de trabajo en la calle. Si a todos –o casi todos- nos encantaba el día que el profesor decidía dar la materia en el exterior, ¿por qué no aplicarlo a las oficinas?
De hecho, muchos profesionales ya han experimentado los beneficios de trabajar en lugares más diáfanos y abiertos que el interior de una empresa, como la terraza o el jardín de la casa, aunque hubiera sido fuera de su jornada laboral o en el caso del teletrabajo. Parece que, frente a un agradable paisaje, las obligaciones son más livianas.
La nueva idea consiste en extender esta sensación a la cultura organizacional de las compañías, aunque por el momento las popices están extendiéndose entre los trabajadores autónomos y empleados a distancia que disponen de la libertad de elegir cómo y dónde trabajan. Un parque, el techo de un edificio o una plaza son buenos emplazamientos para el desempeño laboral y las organizaciones no tardarán mucho en darse cuenta del potencial de esta nueva forma de enfrentarse a las funciones.
Para facilitar el correcto desarrollo de los profesionales, la iniciativa Pop-Up Offices está habilitando espacios de trabajo al aire libre con todas las comodidades de una oficina ‘indoor’: sillas y mesas, enchufes, conexiones y acceso a internet. Solo es necesario llevar el portátil o dispositivo al lugar.
El objetivo de las popices, según su propia web, es recuperar los espacios no utilizados, que están cerrados durante el día, y convertirlos en oficinas de coworking. De hecho, fue la soledad de los freelances lo que inspiró a los promotores del proyecto.
Entre sus ventajas, los popices son más baratos que los espacios de trabajo convencionales (con precios que oscilan entre los 20 euros por un pase diario a los 199 euros por un bono mensual) y favorecen la generación de redes de contacto colaborativas entre los diferentes usuarios de estas zonas, sin olvidar la reducción del estrés laboral y el consecuente aumento de la productividad de los usuarios.
Por el momento, podemos encontrar popices en Países Bajos, Suecia, Escocia, y Moldavia. Para ello, la empresa ha diseñado un sistema de alertas para los usuarios inscritos en su plataforma sobre los lugares en los que están funcionando las oficinas ‘outdoor’. Del mismo modo, la web también da la opción a los propietarios de estos lugares de unirse al proyecto ofreciendo sus espacios a la red de popices.