Desidia, arrogancia, confrontación, manipulación, holgazanería… ¿Asocias estos términos con algún trabajador en concreto? Entonces es muy probable que estés ante empleados tóxicos, un perfil que sufre entre el 5 y el 15% de las empresas, según el Instituto Panamericano de Alta Dirección de Empresa (IPADE).
¿Qué son los empleados tóxicos?
Según recoge la web de empresas del BBVA, los empleados tóxicos son aquellos que “ejercen una influencia negativa sobre los equipos de trabajo, no sólo perjudicando el desempeño, sino el interés y la participación de cada uno de los colaboradores”.
En el mismo sentido, Paco Muro, en su libro El jefe que no contaba chistes y el empleado que nunca se reía, describe a los empleados tóxicos como aquellos trabajadores que “nunca ríen con alegría, se muestran arrogantes, recelosos y a la defensiva, que critican y siembran la discordia allá por donde van, convirtiéndose en elementos capaces de deteriorar el clima laboral y el rendimiento de los demás”.
Se trata de perfiles laborales en los que se repite un patrón: “quitarle la energía, frustrar o rebajar a los compañeros de equipo”, puntualiza la profesora Christine Porath, autora de Mastering Civility: A Manifesto for the Workplace. Es decir, este tipo de profesionales empañan de diferentes formas el ambiente laboral, dañando la motivación del resto del equipo y afectando notablemente al desempeño de la plantilla, por lo que es muy importante que la compañía los detecte rápidamente y actúe para poner fin a esta toxicidad. “La actitud no es negociable en el contexto en el que vivimos”, subraya César Piqueras en su artículo Tipos de empleados.
¿Quiénes son los colaboradores tóxicos?
Aunque se engloben dentro del mismo concepto, por el impacto negativo que generan en su entorno, no todos los empleados tóxicos muestran la misma actitud. En este sentido, el estudio ¿Cuáles son las conductas más desquiciantes de los empleados tóxicos?, tras analizar 3.000 casos, evidenció la existencia de siete tipos distintos:
- Provocadores de conflictos. Son lo más comunes, hasta el punto de que nueve de cada diez jefes asegura haberlos padecido. ¿Cómo reconocerlos? Estos empleados tóxicos “generan, una y otra vez, situaciones desesperantes, contaminando el ambiente laboral a propósito”. Críticas, cuestionamiento de cualquier decisión, quejas constantes, búsqueda de culpables, victimismo, deslealtad, críticas hacia compañeros o la empresa, rumores… son algunas de sus conductas habituales.
- Holgazanes. Son los reyes del escaqueo y están presentes en el 62% de las organizaciones encuestadas. Entre sus hábitos se encuentra su interés por hacer lo mínimo, evadir responsabilidades o tareas, pasotismo o falta de implicación y disponibilidad para cualquier tema. Llegan incluso a hacerse los ‘tontos’ para evitar nuevos encargos.
- Incompetentes. En este caso, el trabajador no cumple con los objetivos pero, no porque se evada voluntariamente como el holgazán, sino por su propia incompetencia. Son personas desordenadas, caóticas, impuntuales en las entregas e ineficientes que pasan su jornada en su propio ‘caos’, obligando a que sean otros compañeros los que deban asumir finalmente sus funciones para que lleguen a buen puerto. ¿Su incidencia en la empresa? La mitad de los jefes dice haberse encontrado con algún caso de esta categoría.
- Mentirosos y ladrones. Dos de cada cinco superiores admiten haber tenido entre sus filas a esta modalidad de empleados tóxicos. Son aquellos que no dudan en levantar falsas acusaciones o sabotear, solo con el ánimo de hacer daño, o incluso falsificar documentos, defraudar a la compañía (usando la tarjeta de empresa para fines personales, por ejemplo) o, directamente, robar.
- Perdedores de tiempo. Muestran una actitud similar a la de los holgazanes, perdiendo el tiempo intencionadamente: bajas injustificadas, incumplimiento el horario, uso de internet o el teléfono para fines personales durante la jornada… Este presentismo y absentismo laboral, que es detectado por uno de cada tres jefes, provoca que su trabajo tenga que ser asumido por sus compañeros, aumentando injustamente su carga de trabajo.
- Antijefes. En este supuesto, los empleados tóxicos sencillamente la tienen tomada con sus superiores, concentrando sus esfuerzos en complicarles la vida a los jefes, su enemigo a batir, a través de comportamientos hostiles de todo tipo. El 27% de los directivos o mandos intermedios ha sufrido este ataque directo por parte algún trabajador.
- Arrogantes. Se dan en la misma proporción que el caso anterior y son identificables por la superioridad con la que se comportan, como si su trabajo y su misión en la compañía fuera mucho más importante que los del resto y estuvieran de vuelta de todo.
¿Cuál es el precio de la toxicidad?
Aunque podamos pensar que son casos aislados dentro de la plantilla, no hay que infravalorar el poder destructor de los empleados tóxicos.
Según un estudio de la Harvard Business School, contar con un solo colaborador de este tipo conlleva un coste para la empresa de 12.000 dólares anuales por la rotación de personal y la menor productividad. En otra investigación de Career Builder, el 41% de las empresas consultadas cifró el impacto económico de la toxicidad en más 25.000 dólares y el 25% lo elevó hasta 50.000.
De hecho, incluso aquellos empleados tóxicos que son eficientes y productivos perjudican la buena marcha de la organización, al enrarecer el ambiente y propiciar los conflictos dentro de la compañía. En este sentido, no hay que olvidar que estos perfiles además son contagiosos y las personas cercanas a este tipo de profesionales adquieren sus malos hábitos.
¿Qué hacer ante estos perfiles negativos?
Existen mecanismos para evitar que este tipo de perfiles se incorporen a la plantilla o mantengan su actitud negativa:
- Los procesos de selección son el primer filtro para detectar y alejar a los colaboradores tóxicos. Por ello, es importante que los reclutadores no solo se fijen en el currículum del candidato, sino que apliquen técnicas de contratación para revelar su personalidad, soft skills y alineación con la cultura y valores corporativos.
- Establecer periodos de prueba para los nuevos profesionales permiten a la compañía contar con un periodo de valoración inicial de los trabajadores en el que determinar la conducta del empleado.
- El tercer paso para frenar la toxicidad en la empresa es detectar a los empleados tóxicos. ¿Cómo? En este caso, las evaluaciones 360 de desempeño y encuestas de clima laboral posibilitan la detección precoz de estos casos.
- Aunque la primera reacción al detectar a los colaboradores tóxicos sea prescindir de ellos, es posible reconducir su actitud mediante procesos de coaching y mentoring.
- Otra opción para acabar con las conductas negativas es realizar rotaciones de personal de los empleados tóxicos, tratando de buscar un nuevo puesto en el que estos profesionales se sientan cómodos y satisfechos. De hecho, muchas veces esta actitud negativa se produce en trabajadores que llevan mucho tiempo realizando lo mismo y caen en la desidia, la frustración.
En el Grupo P&A contamos con diferentes herramientas de gestión de Recursos Humanos, avaladas por 20 años de experiencia, con las que las empresas pueden identificar y gestionar los posibles supuestos de toxicidad. Y, si la situación es insostenible, también ofrecemos un servicio de outplacement para que el proceso de despido sea lo menos traumático posible para el profesional y el resto de la plantilla.
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2 comentarios. Dejar nuevo
Hola soy trabajador de la construction y pero antes fui enfermero y militar y el contraste de ambiente laboral es enorme ; hasta para hacer un libro o documental ; pues creo que hay muchos como yo en todas partes sufriendo hostilidad aviso bullying etc; solo por hablar diferente y conducirse o comportarse diferente es decir no compartir mismos temas o hábitos Dada la diferente cultura y educación. Que ambas partes recibieron
buenos días .Aprendí a identificar los tóxicos y toxicas del trabajo ya que yo siempre digo ¿Qué raro? ahora con su articulo despejo varias dudas. Gracias