Mira la imagen. Estas dos figuras son Kiki y Bouba. ¿Sabrías identificar cuál es la estrella y cuál la redonda? Si crees que la estrella es Kiki y la mancha más redonda es Bouba, opinas lo mismo que el 95% de la población, pero ¿qué te ha llevado a esta elección? Han entrado en juego los sesgos cognitivos, unos procesos mentales inconscientes que tienen mucho que ver en las decisiones que tomamos y las creencias que nos conforman.
Este experimento de Kiki y Bouba fue realizado en 2001 por Vilayanur S. Ramachandran, autor de Phantoms in the Brain : Probing the Mysteries of the Human Mind, repitiendo el que previamente llevó a cabo el psicólogo Wolfgang Köhler en 1929 en el marco de su investigación sobre el ‘modus operandi’ de nuestro cerebro. Su conclusión fue que nuestras decisiones no siempre están basadas en hechos empíricos y racionales, sino que emplean la heurística, es decir, los sesgos cognitivos que pueden manipular la mente.
Concepto de sesgos cognitivos
El estudio de los heurísticos y los sesgos cognitivos se lo debemos a los psicólogos Daniel Kahneman y Amos Tversky, que transformaron completamente el modelo mediante el cual la ciencia explicaba el proceso mental de toma de decisiones. Hasta la publicación, en 1973 del estudio On The psychology of prediction. Psychological Review, predominaba un enfoque racional que entendía que los individuos elegían las alternativas a seguir a partir de una combinación óptima de probabilidad y utilidad, y que –bien ejecutada- llevaba a decisiones acertadas.
En cambio, la nueva teoría de Kahneman aseguraba que los juicios se toman a partir de conceptos heurísticos, es decir, mediante procesos mentales simplificadores que no siempre se basan en razones justificadas, ni en un conocimiento global de un tema, basado en algoritmos matemáticos. Como puntualiza Nuria Cortada de Kohan, en Los sesgos cognitivos en la toma de decisiones, “existen muchas pruebas de que las evaluaciones de probabilidad y riesgos de las personas no suelen estar de acuerdo con las leyes de la probabilidad”.
En este sentido, según recoge Alejandro Sanfeliciano, en el artículo Heurísticos, los atajos de la mente, los sesgos cognitivos o heurísticos “son reglas inconscientes para reformular problemas y transformarlos en operaciones más sencillas y casi automáticas”. Se trata de “el efecto psicológico que produce una desviación en el procesamiento de nuestra percepción que causa una alteración en el procesamiento de la información”, según explica el psicólogo Manuel Escudero en el artículo ¿Qué son los sesgos cognitivos?.
Es decir, son unos atajos mentales que la mente utiliza para tomar decisiones ante informaciones complejas, pues de otro modo quedaríamos paralizados, incapaces de analizar todos los datos. “Un sesgo cognitivo filtra de forma rápida la información que recibimos, cuando necesitamos tomar una decisión de forma inmediata, y no disponemos del tiempo necesario para procesarla de forma completa, la filtramos de forma selectiva y subjetiva”, sostiene Ignacio N. Ayago en el libro Libera el trader que hay en ti.
Tipos de sesgos cognitivos
Así, a la hora de afrontar una decisión o crearnos una idea, podemos incurrir en numerosos sesgos cognitivos que pueden afectarnos negativamente en la esfera personal y laboral. Estos son algunos de los más importantes a nivel profesional desvelados por las investigaciones científicas:
- Sesgo de autoservicio. Es habitual, en las empresas, que algunos profesionales se autoproclamen únicos o principales autores de un proyecto exitoso, pero si fracasa procuren diluir la responsabilidad en el equipo. Esta reacción es el llamado sesgo de autoservicio, que también incluye aquellos casos en los que interpretamos una información ambigua en el sentido más favorecedor para nuestra postura.
- Sesgo retrospectivo o sesgo a posteriori. Consiste en la tendencia en pensar que los acontecimientos pasados eran previsibles, dando lugar al popular ‘Debía haberlo previsto’. Este sesgo de la cognición puede causar un destructivo sentido de culpabilidad entre los trabajadores y líderes.
- Sesgo de confirmación. Se trata de la propensión a tomar como válida aquella información que confirma nuestras creencias, ignorando otras que contradicen nuestra postura. En este caso, la omisión de otros puntos de vista empobrece el trabajo en equipo y, además, puede hacernos pasar por alto importantes datos, llevándonos a cometer graves errores. Se produce, por ejemplo, al no tomar en serio las advertencias de un compañero sobre un posible incidente futuro, porque no comulga con lo que nosotros creemos, o al centrarnos en las cifras positivas de un balance económico, sin tener en cuenta ratios negativos.
- Sesgo de ilusión de grupo. Como consecuencia de esta necesidad de autoafirmación, surge el sesgo de ilusión de grupo, haciéndonos pensar que nuestra postura es apoyada por la mayoría, sobrevalorando el nivel de consenso de los demás. De ahí que, al salir de una reunión, el superior concluya que todo el equipo respalda su idea, haciendo caso omiso de los incisos y advertencias lanzados por los colaboradores.
- Sesgo de falso consenso. Esta modalidad, producida por un exceso de confianza y vanidad, nos lleva a considerar que nuestras opiniones, valores, hábitos o costumbres están más extendidos de lo que realmente están. Sería el caso del trabajador que estima que llegar 10 minutos tarde a su puesto es normal o el líder que entiende que reprender en público a un empleado es una práctica habitual entre los directivos.
- Sesgo de memoria. Si tenemos que recordar un episodio pasado, ¿cuál nos viene a la mente? Seguro que una experiencia muy positiva o muy negativa; nada de medias tintas. Pero, esta selección de extremos altera nuestra percepción del presente, llevándonos a tomar decisiones basadas en solo una parte de los hechos.
- Sesgo de disponibilidad. Muy vinculado con la tendencia a permanecer en la zona de confort, este atajo mental nos conduce a optar por aquellas alternativas más accesibles y comunes para nosotros. Así, si hay que implementar un nuevo producto, lo haremos a partir del modelo anterior, reduciendo la capacidad de innovación.
- Sesgo del ‘status quo’. Es el gran enemigo de la ambición: esa voz interior que nos lleva a valorar más lo que tenemos que lo que podamos conseguir, haciéndonos perder oportunidades importantes por miedo a correr riesgos. Rechazar un ascenso, ante el temor de no estar a la altura sería un ejemplo claro de este sesgo cognitivo.
- Sesgo de autojustificación. Otro de los sesgos cognitivos más frecuentes es el que nos lleva a buscar argumentos y justificaciones a comportamientos que sabemos que son incorrectos. Es el repetitivo “De algo hay que morir” que alegan los fumadores o el “Ya entregaré esto la semana que viene si, total, nadie lo va a leer”, de un empleado desmotivado.
- Sesgo de autoridad. “Si lo ha dicho X, será cierto”. ¡Cuántas veces no hemos escuchado o emitido esta afirmación! Ahora bien, ¿nos hemos parado a pensar si tiene buenos argumentos? El sesgo de autoridad es el que consigue que un producto funcione por el simple hecho de que lo anuncia un famoso.
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