Nuestro desarrollo profesional como líderes no se limita a conocer la organización del negocio, tener una clara visión estratégica y controlar el mundo empresarial y financiero mejor que nadie. Si bien, tradicionalmente se ha hecho hincapié en estas habilidades más técnicas y profesionales del liderazgo, en los últimos años la sociedad está tomando consciencia de la importancia que también tienen las fortalezas sociales en la creación de directivos y responsables cualificados.
El mundo está cambiando, tanto a nivel económico como social y actualmente las empresas tratan con clientes más informados y exigentes en un entorno en constante transformación. Por ello, nuestro desarrollo profesional como líderes debe ir dirigido a cumplir las demandas de la sociedad y adelantarnos a sus intereses y solicitudes para sobresalir frente a la competencia.
Las empresas empiezan a darse cuenta de la complejidad que conlleva el liderazgo y han comprendido que si quieren jefes capaces de guiar a su equipo y a la compañía hacia la excelencia necesitan personas que integren tanto habilidades técnicas como sociales, entre las que destacan las siguientes:
- Respeto a los compañeros.
- Saber escuchar.
- Confianza mutua.
- Creatividad e innovación.
- Promover la autonomía y responsabilidad de trabajadores.
- Impulsar la motivación del equipo.
- Proporcionar apoyo para lograr los objetivos.
Tanto es así, que el mundo empresarial está dando un giro a su visión del liderazgo. Las fortalezas del hemisferio izquierdo del cerebro, vinculadas a la competencia técnica, están dejando su reinado a las capacidades propias del hemisferio derecho, relacionadas con la creatividad.
Se necesitan visionarios, no buenos gestores.
Y gracias al desarrollo profesional del liderazgo basado en las habilidades sociales, vamos a ser capaces de lograr los siguientes beneficios para nuestro equipo y la empresa:
- Imaginación estratégica para desafiar el status quo establecido y buscar soluciones innovadoras y nuevos retos que nos permitan avanzar hacia el futuro y anticiparnos a la competencia. No basta con dirigir, sino que para ser buenos líderes, tenemos que imaginar y crear escenarios futuros y diseñar los mecanismos para construirlos.
- Indagación provocadora para cuestionar lo obvio y hallar modelos de negocios novedosos, que aporten un valor añadido que nos diferencie de la competencia.
- Solución creativa de problemas para solventar los nuevos obstáculos que surjan en el camino. A nuevos conflictos, nuevas respuestas.
- Agilidad mental para adaptarnos a los cambios antes incluso de que se impongan, de modo que podamos estar a la vanguardia frente a nuestros competidores.
- Saber escuchar como trampolín hacia la mejora. Si no aprendemos a comunicarnos correctamente con el resto de compañeros, no sólo no vamos a conseguir ejecutar los objetivos, sino que pasaremos por alto errores que posteriormente pasarán factura.
- Capacidad de resistencia para sobreponernos a los fracasos y conseguir transformar la caída en una valiosa fuente de información que nos sirva para el desarrollo profesional futuro.
- Amabilidad y cortesía para crear lazos interpersonales con trabajadores y clientes, de modo que los primeros estén motivados para seguirnos en nuestros planes de futuro y los segundos se encuentren satisfechos y atendidos por la empresa.
Por ello, es vital que los directivos y cargos de responsabilidad apostemos por formarnos en este ámbito y mejoremos nuestras habilidades sociales si no queremos estancarnos como jefes obsoletos.
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